En
la sociedad actual, la estética se asocia al éxito personal y profesional, por
lo que la presión por adelgazar se extiende más allá de las personas obesas,
colectivo que sí debe adelgazar porque presenta mayor riesgo de enfermedad
crónica y muerte prematura. Este hecho ha propiciado la proliferación de las
dietas “milagro”, que a menudo ponen en peligro la salud. El farmacéutico
desempeña un papel fundamental en la orientación y seguimiento de las dietas de
adelgazamiento.
Según
la Sociedad Española
de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española
para el Estudio de la
Obesidad (SEEDO), uno de cada cuatro españoles quiere perder
peso.
La
causa del sobrepeso es, en la mayoría de los casos, una alimentación
hipercalórica acompañada de una escasa actividad física. El exceso de
aportación energética se traduce en la acumulación de grasa (aproximadamente un
75% del peso ganado).
La
instauración de un tratamiento adelgazante solo se justifica en casos
diagnosticados de sobrepeso (incremento del peso corporal mayor al 10 % del
estándar) u obesidad (exceso de grasa corporal acumulada en el tejido adiposo
por encima de un 20% respecto al adecuado).
El tratamiento para
adelgazar se basa en tres pilares: alcanzar un balance energético negativo,
conseguir un peso adecuado para la persona afectada y lograr la instauración de
hábitos saludables que mantengan el peso perdido a largo plazo.
Se
deberá combinar dieta y ejercicio con el fin de eliminar el exceso de grasa sin
reducir la masa muscular, y en todo el proceso se deberán considerar las
características fisiopatológicas y psicosociales del paciente, así como
modificar sus hábitos alimentarios y el estilo de vida.
La
reeducación alimentaria por parte del dietista-nutricionista, la orientación
por parte de los preparadores físicos sobre cómo realizar la actividad física
diaria adaptada, o incluso la colaboración de un psicólogo para modificar
ciertas conductas, será determinante en el propósito de perder peso.
Restricción energética
El
consumo excesivo de grasa hace aumentar el tejido adiposo, que es la mayor
reserva energética del organismo. Para conseguir un balance energético negativo
se necesita una reducción del aporte calórico de la dieta. Esto se logra con la
instauración de una dieta hipocalórica equilibrada.
El
planteamiento del grado de restricción energética de la dieta debe tener en
cuenta la ingesta presente del paciente, la disminución de peso que se quiere
lograr y el ritmo de adelgazamiento. Este último dependerá de factores como la
edad, la distribución corporal de la grasa, las enfermedades asociadas y otros
condicionantes.
La
pérdida de peso debe ser progresiva. En general, se debe marcar como objetivo
una pérdida del 8-10% respecto al peso inicial en los primeros 6 meses. Para
alcanzar ese objetivo es necesaria una restricción de 500-1.000 kcal respecto a
la ingesta previa al tratamiento. Una vez alcanzado el peso deseado, la
reducción de calorías deberá mantenerse de por vida para prevenir la
recuperación del peso perdido. Dependiendo de la situación de base del paciente
se podrá optar por una dieta normocalórica para personas con sobrepeso muy leve
y con ingesta muy elevada previa al tratamiento, o por una dieta hipocalórica.
Dietas hipocalóricas
Son
aquellas que permiten lograr un balance energético negativo con la misma
cantidad de micronutrientes y cumpliendo los criterios de calidad nutricional
exigibles a cualquier dieta.
Si
tratamos a un paciente obeso se debe considerar que el proceso será crónico.
Por ello, el primer punto a tener en cuenta en el establecimiento de una dieta
hipocalórica es que se hará durante un largo tiempo. Además, para asegurar su
mantenimiento, es necesario, aparte de cumplir los requisitos energéticos, que
la dieta sea equilibrada, variada, sabrosa y adaptada a las necesidades del
enfermo.
La
distribución de calorías en los diferentes nutrientes de la dieta hipocalórica
estándar son: proteínas (15-20%), hidratos de carbono (50-60%) y lípidos (35%).
El
grado de balance energético negativo impuesto por la dieta determina, en la
primera fase de tratamiento, la cantidad y la velocidad de la pérdida de peso.
Dietas “milagro”
En
las últimas décadas se han desarrollado diferentes tipos de dietas populares
para conseguir una pérdida de peso rápida y eficaz. Todas ellas carecen de
rigor científico, son monótonas, inducen a una restricción de la energía
ingerida muy importante, producen alteraciones en el metabolismo y carencias de
vitaminas y minerales, y son insostenibles en el tiempo, por lo que resultan
peligrosas para la salud. Un problema añadido de estas dietas es que favorecen
una recuperación muy rápida del peso perdido. Es el llamado efecto rebote o efecto
yo-yo.
Las
dietas populares coinciden en algunos puntos clave: están prescritas por
personas ajenas al campo de la dietética y nutrición, su descripción es poco
precisa, ofrecen grandes promesas de pérdida de peso con refutables fundamentos
dietéticos y no están probadas científicamente. Otro aspecto asociado a este
tipo de dietas es la promoción y marketing asociada con la venta de productos
dietéticos como complemento.
De
forma general, todas estas dietas populares, también conocidas como dietas “milagro”,
se pueden incluir en los siguientes grupos:
Dietas
hipocalóricas desequilibradas:
·
Estas dietas cursan con “efecto
rebote”, que se traduce en un aumento de masa grasa y pérdida de masa muscular
·
El metabolismo se adapta a la
disminución drástica de energía mediante una disminución del gasto energético
·
Se trata de regímenes monótonos y con
numerosas deficiencias de nutrientes, sobre todo si se prolongan en el tiempo
·
Algunos ejemplos: dieta de la Clínica Mayo , dieta
“Toma la mitad”, dieta Gourmet y Dieta Cero
Dietas
disociadas:
·
Se basan en la teoría de que los
alimentos no engordan por sí mismos, sino al consumirse en determinadas
combinaciones, por lo que se puede comer de todo, pero no durante la misma
comida
·
No limitan la ingesta de alimentos
energéticos, sino que tratan de impedir la absorción y utilización de la
energía y nutrientes derivados de estos mediante la disociación de los
alimentos
·
En realidad, se trata de dietas
hipocalóricas y la reducción de peso obedece a un menor consumo de energía
·
Algunos ejemplos: dieta de Hay o
Disociada, régimen de Shelton, dieta de Hollywood, dieta de Montignac y
Antidieta
Dietas
excluyentes:
·
Se basan en eliminar de la dieta
algún nutriente.
·
Las que son ricas en grasas y sin
hidratos de carbono (cetogénicas), como la dieta de Atkins, la de Lutz,
producen graves alteraciones en el metabolismo que pueden traducirse en
acidosis, cetosis y/o aumento del colesterol sanguíneo
·
Las ricas en hidratos de carbono sin
proteínas ni grasa, como la dieta del Dr. Prittikin y la del Dr. Haas
·
Las ricas en proteínas sin hidratos
de carbono ni grasa, como la dieta de Scardale, de Hollywood, de la Proteína Liquida
y la famosa dieta Dukan, pueden producir una sobrecarga renal y hepática
importante
Dieta Dunkan
Esta
dieta merece una mención especial, ya que es una de las más populares en los
últimos años. Creada por Pierre Dukan, se trata de una dieta de tipo
excluyente, rica en proteínas y reducida en grasa e hidratos de carbono. que
favorece la bajada de peso por la pérdida de masa muscular y de líquidos, no de
grasas. Puede propiciar espectaculares disminuciones de peso a corto plazo,
pero tiene como consecuencia el temido efecto rebote y algunos problemas de
salud, como el aumento de la presión arterial, la sobrecarga renal, la
acumulación de ácido úrico.
Es
importante reseñar que no hay ningún estudio científico que avale su eficacia y
que diversos organismos públicos se han posicionado en contra y están avisando
de sus riesgos. Es el caso, entre otros, de la Asociación Española
de Dietistas y Nutricionistas (AEDN), el Ministerio de Sanidad español a través
de la Agencia
para la
Seguridad Alimentaria (AESAN), la Agencia Francesa
para la
Seguridad Alimentaria (ANSES), la Asociación Francesa
de Dietistas-Nutricionistas, y la Asociación Británica
de Dietética.
Autor: Redacción
Club de la Farmacia